Introducirse en las entrañas de la montaña mágica como un espía, tiene sus recompensas.
Con la delicadeza de un relojero nos abrimos camino entre sus laberínticas sendas, y robamos el botín que ofrecen sus luces y sus olores.
Pero no menospreciable es la recompensa de una buena comilona.
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Ojito con lo que ponéis...